Un sueño remarca las calles del barrio Torices en Cartagena: la conquista Tokio 2020, El anhelado por Amanda Coneo, una de las joyas del voleibol colombiano. Con el número 19 a cuestas cumple a cabalidad las enseñanzas y el legado que le dejó su hermana Gabriela, aquel don que vuela por los aires en cada bloqueó e historia que escribe con la Selección:
"Su historia deportiva es como muchas en nuestro país. Inició en el colegio, José de la Vega, en su caso. A sus 13 años comenzó a representar a Bolívar, en medio de un país sin una liga profesional ni oportunidades de crecimiento y con unos Juegos Nacionales en decadencia. Ese entorno la obligó a mirar afuera.
Su talento la puso en Perú, un país apasionado por el voleibol. Su Liga profesional, buscando crecimiento, se llevó a las mejores del continente para fortalecer el nivel local. En esa camada llegó Amanda.
En Lima vivió en un apartamento en Miraflores, un distrito exclusivo y con una inigualable vista al Océano Pacífico. Llegó a jugar con el club CV Túpac Amaru y su rutina era entrenar y descansar, y en ese descanso estaba el idilio con el mar, del acostumbrado surf limeño y de disfrutar de la playa, pero eso terminó pronto. Dos meses después de su llegada las cosas se tornaron más serias. Si quería llegar alto tenía que entrenar a doble jornada. Fue entonces cuando pasó a vivir al distrito de San Juan de Lugirancho. Lejos, apartada del centro y con poco por hacer, pero cerca del coliseo donde jugaba.
“Esos fueron meses duros”, resume con nostalgia Amanda, ya sentada en una de las graderías del coliseo El Salitre, en el que ha pasado las últimas dos semanas preparándose para este Preolímpico junto con sus 15 compañeras, quienes coinciden en que su talento es inagotable, al igual que su potencia en el brazo.
Esa virtud adquirida es una suma de condición natural y de una disciplina excesiva. Esa determinación y sus buenas actuaciones en Perú le dieron la oportunidad de migrar a Europa. Terminó en Italia, según Amanda, el país donde mejor voleibol juegan y con la mejor liga de todas.
En 2015 comenzó en el Lardini Filottrano, en el que estuvo un año. Luego jugó para el SAB Volley Legnano, para comenzar 2018 haciéndolo para el CUS Torino. Tres equipos en los que siempre se destacó por algo en específico: el salto.
Sus 1,77 metros la hacen pasar inadvertida entre sus compañeras, incluso en la selección nacional. Pero su corta estatura para esa disciplina la compensa con un salto que resulta un espectáculo.
Cuando Amanda ataca y remata con su brazo extendido desde un costado de la red, alcanza los 3,15 metros de altura, un movimiento que realiza estando separada 77 centímetros del suelo. Un sostenido único, un par de segundos que le permiten ser distinta, de esos pincelazos de virtud que solamente tienen los deportistas de élite.
Ese salto y esa fuerza del golpe son los que podrán ver las más de 7.000 personas que agotaron la boletería para apoyar y disfrutar de un equipo que sueña en grande. Una ambición que comienza por ella misma. Por querer ser mejor buscó nuevos aires.
Desde julio del año pasado, y luego de la histórica figuración en los Panamericanos de Lima, en los que Colombia se quedó con la medalla de plata después de derrotar en semifinales al siempre favorito Brasil, Amanda se fue a vivir a Francia. Lo hizo para jugar con el Racing Cannes, con el que disputó por primera vez la Champions League.
“El año pasado en los Panamericanos fue un placer ganarles en su cancha, porque tener al público en contra me motiva más”. Hoy las gradas estarán a su favor, anunciándole que el momento es ahora, que los esfuerzos pasados la han traído para que sea la líder de un equipo que espera acercarse un poco más a la tan esperada hazaña de estar, por primera vez, en unos Juegos Olímpicos. Su momento es hoy". EL ESPECTADOR
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