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Leyendas del deporte
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Herencia de casa. Su padre fue quien le inculcó el amor por el mundo sobre ruedas. “Todo empezó desde muy pequeño. Mi papá siempre fue un apasionado por el ciclismo, me llevaba a ver carreras, veía varias competencias por televisión y empezó a gustarme”, relató el ciclista colombiano de 24 años a Ciclismointernacional.com. Este fue el legado que conectó a Santiago Buitrago con el mundo sobre dos ruedas.
Su padre se dedica a las cocinas integrales y labores relacionadas con la carpintería, su madre a la docencia. Se crió y creció en la localidad de Suba, en Bogotá, la capital colombiana. Desde los 11 años empezó a practicar ciclismo, siempre con el acompañamiento y adiestramiento de su papá, quien ha sido un motor clave en su trayectoria desde el momento en el que supo que su destino estaría marcado sobre dos ruedas.
El viejo continente
Claro está que un punto flaco de ejecutar ese cambio tan brusco y repentino de la rama aficionada a la máxima categoría es estrellarse contra un panorama totalmente distinto, donde el nivel es más alto y la forma de correr diversa a la acostumbrada en rangos menores. El bogotano era consciente de ello, pero apeló al aprendizaje adquirido en el pasado, al énfasis en construir una fortaleza mental y ser paciente para ir sobrellevando los trances de la profesionalidad.
“Me sirvió mucho la experiencia en la categoría sub-23. En Colombia a pesar de estar en juveniles, corríamos contra la élite en carreras muy duras. Por ejemplo, yo hice una Vuelta a Colombia muy exigente, que la terminé como pude (risas). El otro año estaba en Italia, en pruebas diferentes a lo que estaba acostumbrado y tanto tiempo lejos de casa. Todo eso te va formando”, apuntó el rutero de 22 años.
“Lo más importante es manejar la cabeza y siento que lo he hecho bien, siempre con los pies en la tierra”, menciona el joven trepador, que agrega que la acumulación de triunfos siendo amateur acaba generando tantas expectativas que al final juegan e contra de los corredores estando en primera división. “Si tú ganas carreras desde el primer año en sub-23, todos están ahí diciendo que serás el próximo en ganar el Tour y tantas cosas que al final te van consumiendo. Llegas acá (al World Tour) y chocas con esa realidad de que las carreras son diferentes, de que el nivel es muy alto y experimentarlo es durísimo".
Lejos de casa
El arraigo es un elemento propio del ADN latino. Las enseñanzas implantadas desde el hogar, donde se prioriza el valor de la unión familiar y cariño por la tierra donde se vive, hacen que una gran parte de las personas atraviesen dificultades al momento de desprenderse de todo eso, e incluso, que se resignen a perseguir las oportunidades en las que se deben sacrificar esos componentes.
Santiago reconoce que dicho desprendimiento es un reto. “Mentiría si digo que lo he afrontado muy fácil y que no extraño volver a casa. Para mí ha sido lo más duro, estar lejos tanto tiempo desde 2019”, se sinceró nuestro entrevistado.
Aun así, comprende que son las cosas a las que se debe renunciar para cumplir los sueños. “Esto es lo que hay y son los sacrificios que hay que hacer”, explicando que de todos modos una actitud positiva es el mejor remedio para combatir contra ese dilema. “Me lo tomo de la mejor manera, disfruto con los chicos en carrera y concentración, me tomo mi trabajo muy en serio”.
Otro aspecto que se cruza es que él es el único latinoamericano dentro de su escuadra, y más allá de ser un suceso con cierta complejidad, admite que le favorece compartir con individuos que al menos, comparten sus mismos idiomas. “Lo de ser el único latino acá no ha sido tan fácil. La ventaja es que acá hay gente que habla español, italiano, entonces me la llevo bien con ellos”. Sin embargo, confiesa que el asunto sería contrario con personas de otras nacionalidades. “Sería diferente si solo conviviera con ingleses, belgas o alemanes, ahí sí sería más complicado”.
Sueño y legado
“No todos somos Bernal, Pogacar o Evenepoel, cada uno es diferente y, ¿quién no quisiera ganar el Tour a los 22 años? Pero no, la verdad, no es que me genere angustia eso de que si no gano el Tour en dos años no estoy en nada”, apostilla el pedalista de 1.74 metros de estatura, al preguntársele si ha sentido presión de pensar que si en poco no gana una gran vuelta (como ya han hecho Egan y Tadej) su carrera se va a estancar.
No pone el pie en el acelerador, va con pausa, aguardando por su mejor momento y sin desesperarse por no estar a la estela de las jóvenes estrellas. “No me angustio por no estar con ellos. Voy paso a paso y llegará el día en el que estaremos ahí peleando por una clasificación general”.
Tiene la suerte de que no tiene los focos puestos como otras nuevas perlas colombianas como Diego Camargo (Education First-Nippo), a quien piensa debe tener una carga mental pesada. “El chico viene de ganar Vuelta de la Juventud y Vuelta a Colombia y al no estar ahí arriba con los mejores la gente empieza a cuestionarlo, eso debe ser muy duro mentalmente para él, creo yo. No me gustaría estar en sus zapatos”, anota el oriundo de Bogotá.
Es más, ostenta una postura crítica contra la afición que ha cargado contra Camargo en su debut en la máxima categoría. “Que a ti te juzguen de la manera como lo juzgaron a él, es algo que no entiendes. Como público es muy fácil estar criticando a un corredor por no estar adelante”.
El Giro de Italia fue el abrebocas, el primer reto que el colombiano solventó con coraje y gallardía, el que escribió su marca en la etapa 17. Al legado de Santiago Buitrago se sumaron el Tour de Arabia Saudita y la vuelta a Burgos.
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